Esto fue lo que precisamente le paso a RAQUEL, una clienta y madre como puedes ser tú.

Una madre que, con el paso de los años en pareja, se había sentido defraudada y desilusionada, y consideraba que había regalado lo más bonito de esta vida, ser madre, y ahora pensaba que ese padre no era el más adecuado para su hijo.

Una madre que se había sentido muy sola y abandonada en los primeros años de la maternidad, y que ahora no entendía por qué el padre se empeñaba en reclamarle esa custodia compartida. No entendía por qué los juzgados le tenían que conceder compartir un hijo que ella sabía realmente que no le importaba a su padre. Raquel estaba convencida de que ese padre solo pedía ahora la compartida para hacerla daño y verla sufrir.

Vivimos junto a Raquel muchos desafíos, los mismos que puedes llegar a vivir tú cuando todavía te encuentras en ese espacio de limbo legal donde no existe ningún tipo de regulación judicial, y todo es miedo y temor. Cuando, tras tratar de calmar las ansias de avanzar de este padre, él incumpliendo su propia palabra decidió quedarse el niño y hacerle dormir la siesta junto a él cuando ese pequeño todavía no estaba acostumbrado a pasar tantas horas lejos de su madre. O cuando el padre esa tarde en el parque decidió llevarse corriendo y en volandas al niño, provocando un tremendo susto y nerviosismo no sólo de la madre sino a su propio hijo. O cuando, obsesionado con obtener más tiempo y horas, pese a que el niño cada vez mostraba más rechazo, se dedicó esa mañana a llamar mas de 200 veces por teléfono a su trabajo y a su móvil.

Que fácil hubiera sido para Raquel denunciar en estas situaciones y abrir la vía rápida de la violencia, pero si algo pensaba ella, y le ayudábamos a pensar, es que alimentar el ego del padre de su hijo y darle el protagonismo que él pedía, no iba a facilitar la necesaria relación padre-hijo, al contrario, generar más enfrentamientos sólo la iba a desgastar más psicológicamente, y su hijo se iba a convertir en el centro en el que el padre podía terminar descargando toda su frustración.

Raquel supo asesorarse y pedir ayuda a las personas adecuadas, lo que le permitió dar los pasos más indicados en su camino para contar al llegar a juicio con un informe del gabinete psicosocial, amparado por los psicólogos del punto de encuentro familiar que tutelaban las visitas de su hijo, para que el propio Fiscal viera como solución más ajustada e idónea a las características del niño, el conceder la custodia exclusiva materna.

Si Raquel hubiera escuchado los consejos de otras personas probablemente habría llegado a obtener antes la custodia exclusiva pero no contaría como tiene hoy con esa ayuda profesional a través de estar tutelada por los profesionales del punto de encuentro, que hoy le está permitiendo que la relación padre-hijo vaya avanzando al ritmo adecuado que permita garantizar el bienestar de su hijo. Porque, al final, obtener una custodia no consiste solo en ganar en un juzgado, sino en conseguir soluciones que permitan evitar mañana más fuentes de conflicto entre los padres. Porque al final, se trata de que el hijo siga manteniendo a su padre y su madre. Así lo entendió Raquel, y así está siendo ahora, aunque tutelado por un equipo profesional, en beneficio del menor.